IMAGENES DE SAN PETERSBURGO, de Rolando Bompadre (artículos publicados en el periódico argentino en enero-febrero de 2004)
SAN PETERSBURGO: UNA HERMOSA PRESERVACIÓN DEL PASADO
San Petersburgo, Leningrado, hasta la caída del comunismo, ha sido siempre una ciudad de contrastes, desde su mismo origen. Aquí la ciudad vista con la mirada curiosa e inquisitiva de un viajero pampeano.
El año pasado tuve ocasión de visitar la ciudad fundada por el Zar Pedro "El Grande" a orillas del mar Báltico
sobre el delta del río Neva, que celebró en mayo de 2003 el tercer siglo de existencia.
Resultaría un exceso de
pedantería imaginar que en algo más de una semana puede abarcarse -no hablo de conocer- una ciudad de cinco millones
de habitantes que guarda cuidadosamente más de cien palacios y museos, entre ellos el Ermitage y otros tantos templos
incluida una espléndida mezquita, sin embargo me resulta imposible resistir el deseo de transmitir algunas impresiones
de esa singular experiencia.
RESPETO POR EL PASADO
Una de las cosas que despertó mi admiración es el respeto por el pasado que exhibe la sociedad rusa.
Respeto que se manifiesta no sólo en la reconstrucción minuciosa de todos los edificios destruidos durante
la segunda guerra mundial, en cuyo transcurso la ciudad asediada por las tropas alemanas soportó más de
147.000 bombas y en el que perdió la mitad de sus habitantes, alrededor de un millón y medio de personas
muertas a causa de los bombardeos, el hambre y el frío.
Ese respeto resulta más sorprendente cuando transitando por el centro se observa en una de las fachadas
de la Biblioteca Nacional una gran placa de bronce con la efigie de Lenin o al atravesar una plaza que
lleva su nombre para ingresar en la estación Finlandia del ferrocarril, donde se exhibe guardada en un
recinto de vidrio la locomotora que lo trajera de regreso a Rusia en las jornadas previas a la Revolución.
No obstante esa cuidadosa preservación del pasado, que induce a mantener una década después de la Perestroika
intacto el despacho de Lenin, pude comprobar que ésta no resulta incompatible con el humor, pues en las tiendas
los jóvenes pueden adquirir unas originales remeras con el logo de una conocida marca de hamburguesas que lleva
en el centro la imagen del jefe revolucionario acompañada por la leyenda: "Mc Lenin's".
Con idéntico esmero se conservan allí también los palacios, estatuas, monumentos y símbolos de la era zarista
y se exhiben públicamente desde sus tesoros artísticos a objetos de uso personal incluyendo las mazmorras de
todos los tiempos con su escueto y pavoroso mobiliario.
La reverencia por la historia puede comprobarse,
no sólo en la ciudad que durante la era comunista llevara por nombre Leningrado. Visitando después la ciudad
de Viborg próxima a la frontera con Finlandia me fue posible observar en la estación de ferrocarril el emblema
de la hoz y el martillo esculpido repetidamente entre columna y columna a lo largo de todo el frente, formulé
entonces una estúpida pregunta, - inevitable en un visitante occidental que se precie de tal -, para saber por
qué estaban todavía allí aquellos símbolos, la respuesta surgió contundente: Porque este edificio fue construido en 1953.
Algo más que obvio en una sociedad pluralista de existencia milenaria que cobija en su seno alrededor de un centenar
y medio de etnias muchas de las cuales conservan su propia lengua además de las costumbres y religión, Rusia, entonces
resulta única y permanente, los regímenes de gobierno, en definitiva son transitorios, algo así como accidentes
geográficos en el largo camino de la historia.
LA EDUCACIÓN UNA PRIORIDAD
Uno de los legados que dejó el régimen político anterior es
el resultado del esfuerzo realizado por la educación popular, - logro que aun los más acérrimos detractores reconocen -,
el esfuerzo prosigue en la actualidad y aunque están permitidos los establecimientos privados de enseñanza, adolecen de
escasa relevancia por falta de competitividad frente la excelente calidad de las escuelas oficiales.
Puedo atestiguar
que en todos los museos que recorrí, - más de media docena en total -, sin incluir bibliotecas, encontré contingentes
de estudiantes recibiendo lecciones en sus salas. Hasta en las celdas del presidio de la fortaleza de San Pedro y San
Pablo di con un grupo de niños que recorrían excitados las instalaciones ametrallando con preguntas a sus maestros. En ese
mismo lugar que entre otros edificios alberga la catedral donde están sepultados los Zares desde Pedro I a Nicolás II, la
Casa de la Moneda, etc. se encuentra también el Museo del Grabado, en él me fue posible contemplar, después de recorrer sus
salas, a un grupo de niños trabajando en un salón taller, donde me explicaron que concurren alumnos de las escuelas con sus
dibujos a trabajar en grabados e imprimen allí sus creaciones, el propio personal del museo los asesora.
Por nuestra
acompañante, - que hizo gala de un dominio perfecto de nuestro idioma -, supe que todas las escuelas rusas desde el primer nivel
tienen enseñanza bilingüe obligatoria. Con las dificultades que ello representa puesto que los alumnos deben aprender además a
desempeñarse con dos alfabetos distintos: el cirílico y el latino.
En su caso, - explica -, sus padres
eligieron una escuela con el idioma español y más tarde en la Facultad de Filología de San Petersburgo se graduó de profesora
de castellano, al pasar nos enteramos que la esposa de Vladimir Putin el actual Presidente de la Federación Rusa cursó allí
también el mismo profesorado universitario.
VIGENCIA DE LA IGLESIA ORTODOXA
La existencia de una considerable cantidad de templos, muchos de ellos
enormes y suntuosos como la catedral de San Isaac con su gran cùpula enchapada en oro y amplitud suficiente para cobijar a
catorce mil fieles de pie y joyas arquitectónicas como la iglesia de la Resurrección, conocida también como "de la Sangre Derramada",
o la iglesia de Nuestra Señora de Kazán todas muy próximas, regiamente decoradas rebosantes de obras de arte y habilitadas al culto,
provoca estupor o cuando menos extrañeza habida cuenta el ateísmo oficial vigente durante tantas décadas.
La contradicción es
sólo aparente pues poco a poco se devela el complejo entramado histórico que esclarece la mayor parte de los interrogantes. Desde sus
orígenes la iglesia ortodoxa ha permanecido indisolublemente ligada al destino de Rusia, así durante el período imperial mantuvo una
sólida alianza con el régimen de los zares, por ese motivo la Revolución hizo de la destrucción de la religión una causa vital, se
trataba de una cuestión de supervivencia: simplemente no podían coexistir el uno con la otra.
Hoy uno de los principales soportes
del régimen político vigente es la iglesia ortodoxa, esto no se proclama, pero se palpa y con la misma sorpresa que el visitante descubre
la presencia religiosa en Rusia, los rusos descubren por televisión a ex dirigentes del régimen anterior participando en la actualidad de
ceremonias religiosas.
Los ortodoxos se caracterizaron por su consustanciación con los intereses de Rusia que llevó a su iglesia
a canonizar héroes nacionales como por ejemplo a Alejandro Nevsky, y también por la intransigencia de sus posiciones. Circunstancia esta
ùltima que acaba de ponerse de manifiesto con motivo de la inhumación de los restos del último zar y sus familiares en la catedral de
la fortaleza de San Pedro y San Pablo al negarse a dar cabida a los restos en la nave principal donde reposan los demás zares y
miembros de las familias imperiales disponiendo en cambio para ellos de una pequeña capilla lateral. Los motivos para fundamentar
la medida fueron que los exámenes de ADN realizados sólo dan un 99% de probabilidades y no la certeza del 100% y además porque al
momento de la muerte Nicolás II ya no era zar pues había abdicado.
Esa misma intransigencia obstaculizará siempre un
entendimiento con la iglesia católica.
A mi pregunta si teniendo casi todo lo relativo a la fe en común era posible una reunificación me respondieron categóricamente: Nunca, porque Roma ha estado siempre en contra de Rusia.
EL LADO PINTORESCO DE LA ANDANZA
En una nota anterior intenté reflejar las impresiones más importantes de mi visita a esa ciudad, en esta oportunidad procuraré transmitir algunos aspectos pintorescos retenidos por mi memoria viajera.
LA LLEGADA
 Arribar por primera vez a un lugar, por más información que se disponga de él, trae aparejada siempre una cierta carga de inseguridad y aunque se posea la certeza de haber tenido en cuenta los principales detalles y tomado los recaudos indispensables, aparecen siempre de por medio las fatales "Leyes de Murphy". En especial la que postula: Si algo puede fallar, seguramente fallará, en eso precisamente pensaba cuando descendí, sin conocer ni una sola palabra de ruso, en el aeropuerto de Pulkovo.
Así pues, sólo y completamente ignaro, enfrenté con cierta angustia los inevitables trámites de ingreso: primero migraciones, después aduana. Especulando con la clase de interrogatorios a los que me vería sometido pues durante el vuelo nos habían repartido un formulario que debíamos rellenar y presentar a las autoridades rusas al descender.
Al entregarnos ese papel impreso en caracteres cirílicos y en inglés, desde la cabina por el altavoz nos recomendaron no omitir ningún punto respondiendo con exactitud todos los rubros que abarcaban desde los motivos del viaje a la cantidad de dinero que llevábamos con nosotros.
Abrumado por inquietantes imágenes cinematográficas del tipo de aquellas que en blanco y negro distribuía Hollywood durante la "guerra fría", ingresé en la fila de pasajeros resignado a enfrentar los implacables agentes de inmigración que podían hasta suponerme agente Checheno.
Para mi sorpresa fui atendido por una atenta dama que selló mi pasaporte y sólo me dirigió la palabra al momento de reintegrarme el documento, para desearme en inglés una feliz estadía en Rusia. Quedaba no obstante sortear lo más difícil, retirar el equipaje y pasar por la aduana donde imaginaba encontrar rígidos oficiales al comando de un sofisticado sistema de controles conduciendo sutiles interrogatorios a los viajeros.
Juzgué que aquello no resultaría nada sencillo, porque la señora que me precedía discutía acaloradamente, - en ruso desde luego -, con el funcionario en cuya fila me encontraba.
Cuando llegó mi turno, adelantándome a cualquier requerimiento coloqué encima de la mesa todo lo que llevaba conmigo. El Vista de Aduana ni siquiera me dio tiempo a descorrer el cierre del bolso, intuyendo seguramente que de ruso yo no sabía ni jota, me señaló la salida para que me retirara.
De ese modo entré en Rusia y recién al momento de trasponer el salón reparé que no me habían pedido el formulario que debía entregar, que no había observado presencia policial uniformada en ninguna parte, ni tampoco perros husmeadores de equipaje, como los que había advertido en otros aeropuertos.
EKATERINA
La inquietante "Ley de Murphy" aun podía cumplirse si en el hall de ingreso no encontraba a la persona que debía esperarnos a Juan Carlos Andreli, mi amigo que llegaría algo más tarde en otro vuelo, y a mi, pero felizmente volvió a fallar el clásico postulado del viejo Murphy, pues allí estaba Ekaterina para recibirnos.
Ekaterina Chernoberézhskaya, era hasta ese momento sólo el nombre de la guía intérprete que habíamos encontrado en Internet, pero que resultó a partir de nuestro arribo la presencia indispensable y la compañía amable que nos permitió disfrutar plenamente de San Petersburgo informándonos, ilustrándonos, contribuyendo a solucionarnos problemas menudos pero indispensables como el de realizar extracciones en los cajeros automáticos.
Con Ekaterina hicimos los principales recorridos por museos, iglesias, calles, plazas, recibiendo de ella en su transcurso amenas lecciones de historia, arte y costumbres rusas, nos acompañó en los paseos de compras ayudándonos a regatear los precios y a gestionar nuestros carnets en la Biblioteca Nacional para que pudiéramos acceder a las salas de lectura donde también ejerció como traductora.
Entre las muchas noticias que nos brindara nuestra solícita acompañante estuvo la de comunicarnos que estamos terceros en el ranking de visitantes hispano parlantes, el primer lugar lo ocupan los españoles, detrás de ellos los mejicanos que en su mayoría vienen como integrantes de cruceros y después nosotros, los ubicuos argentinos, que aparecemos en todas partes.
LOS TRANSPORTES
San Petersburgo tiene en sus cinco líneas de trenes subterráneos un excelente servicio público de transporte, con formaciones que llegan puntualmente a las estaciones cada dos minutos. Pero más que la puntualidad lo asombroso es su profundidad ya que a los andenes se desciende por interminables escaleras mecánicas puesto que la mayoría de ellas se encuentran a más de cien metros de la superficie debido que las vías cruzan por debajo del río Neva y de los caudalosos afluentes que forman la red de canales que dan una fisonomía tan especial a la ciudad.
Pero son los tranvías los encargados de poner la pincelada "retro" al paisaje urbano y convocar a la nostalgia. Grandes, con sus dos macizos cuerpos articulados, se desplazan perezosamente por toda la ciudad.
San Petersburgo los mantiene seguramente más por su valor simbólico que por su practicidad, ya que en su entramado de calles interrumpidas por canales salvados por puentes, levadizos en su mayoría, la presencia de tales mastodontes provoca en el nutrido y creciente parque automotor ciudadano más atascamientos y embotellamientos de los necesarios.
A nadie se le oculta que vehículos automotores como los ómnibus que circulan en otras ciudades prestarían un servicio de transporte más ágil y eficiente, quizás hasta más económico aunque más contaminante también, pero no creo que a ningún peterburgués se le ocurra reemplazarlos, no sólo por respeto a las tradiciones, sino por el valor emblemático que tienen, pues en la actual cultura del consumo, de lo provisorio, de lo descartable, que trata de imponerse al mundo, la presencia venerable del tranvía constituye una apelación a lo confiable, a lo duradero, a lo permanente que es en definitiva lo que infunde seguridad. ¡Larga vida al tranvía entonces!
LAS DACHAS
Reciben ese nombre las casas de campo diseminadas en la periferia de las ciudades y que forman parte indisoluble de la vida y costumbres de la sociedad rusa desde largos siglos atrás.
Más allí de la clásica arquitectura de madera y del colorido que incorporan al horizonte, las dachas constituyen por si mismas una exaltación de la naturaleza de parte de una población compelida a soportar largos y penumbrosos inviernos de bajísimas temperaturas que en ocasiones alcanzan los 30 bajo cero, pero que revive los veranos cuando retorna el verdor a los campos, momento en que las dachas cobran animación con la presencia mayoritaria de ancianos y niños que encuentran en ellas los goces de una existencia sana en plena comunión con la exuberancia del medio ambiente rural.
TANGOS TAMBIÉN ALLÍ
El restaurante del hotel donde acostumbrábamos a cenar ofrecía todas las noches a la concurrencia recitales de música popular y también clásica, para nuestra sorpresa en uno de ellos pudimos disfrutar de tres tangos muy bien interpretados y en otra ocasión presenciar en un festival de danzas y canciones un tango perfectamente bailado por una parejita de jóvenes, casi niños, representantes de Azerbaidján. Pero donde más nos asombró oír compases de dos por cuatro fue en el ámbito severo, casi solemne del Museo de la Historia Política de Rusia. Allí en la que fuera la soberbia mansión de la bailarina Matilde Kshesinskaya, ocupada en 1917 por los revolucionarios que establecieron en ella la sede provisional del Gobierno, pudimos escuchar un tango con música y letra rusa e informarnos por boca de Ekaterina que en Rusia se componían, interpretaban y bailaban tangos. Finalmente volvimos a encontrar la imagen patria representada esta vez por botellas de vino de Mendoza alineadas en las góndolas de un supermercado de capitales finlandeses, pero claro, faltaba allí el dulce de leche para estar completos...
Argentina
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